Karate do, más que un deporte


Las profundidades del Karate japonés nos llevan a beneficios que transforman no solo nuestro cuerpo sino también la mente y el espíritu, junto con nuestra actitud.Explicamos a continuación por qué el karate do es más que un deporte.

El Karate tiene toda una filosofía basada en el tradicional Dojokun japonés o Código Ético, por muchos karatekas conocido pero no por todos llevado a cabo en la vida cotidiana, dentro y fuera del tatami.

El Dojokun japonés nos enseña a contener la conducta impetuosa y violenta, a ser respetuoso, tolerante y compasivo, a cultivar el espíritu de perseverancia, a ser fiel, leal, sincero y humilde, y a pensar en el perfeccionamiento del carácter como objetivo. Por ello debemos decir que el Karate no se desarrolla en un gimnasio sino en un dojo, un lugar casi sagrado donde no se busca una mera práctica o entrenamiento sino que se busca seguir ese camino de perfeccionamiento personal.

Basado en Dojokun, el Karate enseña además que se llega más lejos admirando que criticando, que no hay que preocuparse por las imperfecciones de otros sino por las nuestras, que al final el cinturón negro, símbolo de la aptitud en Karate no es el fin sino el principio y no debe rodear solo la cintura…, sino también el corazón, y que las artes marciales, sin un desarrollo paralelo de la personalidad no serían más que escuelas de violencia y chulería.

Por todo ello debemos decir que el Karate no se desarrolla en un gimnasio sino en un dojo, un lugar casi sagrado donde no se busca una mera práctica o entrenamiento sino que se busca seguir ese Camino de perfeccionamiento personal.

Igualmente el Karate no lo enseña en realidad un entrenador, sino un Sensei, alguien que no solo muestra, dirige y corrige unos movimientos, sino que paralelamente a su técnica, a su aptitud, con P, muestra una actitud, con C, es decir, unas formas de comportamiento y unos valores basados en ese Dojokun mencionado, Dojokun con bases en la ancestral cultura japonesa.

El Karate tiene por tanto en realidad un objetivo interno que nos enriquezca personalmente y nos haga felices con lo que hacemos, lo que nos dará una tranquilidad y un disfrute (heiho). Por eso Kenei Mabuni, uno de los principales maestros japoneses de la historia, decía que “el Karate es Zen en movimiento”, pues busca en realidad ese estado de tranquilidad y equilibrio interior. Se podría apreciar en la mirada, en la expresión de la cara. Ya decía también Ohtsuka que “los ojos son las ventanas del corazón”.

Japón, país de arraigadas tradiciones y de contrastes con las modernidades más innovadoras, influye con su forma de ser. Es bueno que siempre la tradición controle el moderno aspecto deportivo, que también lo tiene el Karate, como única manera de asegurar una evolución correcta y que no se convierta en una negativa trasgresión al arte del Budo por la merma de los valores que siempre ha representado. El Karate es mucho más que un deporte y ahí radica buena parte de su atractivo.

La moderna competición es beneficiosa en ciertos aspectos y atrae a la juventud, pero el hecho de querer ser mejor que el otro y celebrar la victoria, va en realidad en contra de un espíritu del Karate que nos enseña la humildad, el respeto, y querer simplemente mejorar uno mismo. Como digo es delicado.

Un poderoso patrocinador japonés del Karate desde los años 60, ya alertaba entonces: “El Karate es una disciplina gobernada estrictamente por códigos de cortesía, benevolencia, y honor. Por ello el ganador no debería alardear de su hazaña ni el perdedor desanimarse. El combate es luchar con respeto y con el espíritu tan limpio como el cielo”.

El maestro Hironori Ohtsuka, fundador del Wado Ryu, “Escuela de la Paz”, una de las principales de Karate japonés difundidas por todo el mundo, solía decir a su vez que “el Karate debe tener como fin no solo el fortalecimiento del cuerpo sino también la formación del alma y del espíritu. El objetivo del Karate, es formar a la persona y hacerla capaz de contribuir a hacer una sociedad mejor.”

En la actualidad el tema del olimpismo en el Karate ha cobrado relevancia, pues ha sido declarado olímpico para los Juegos de Tokio 2020, habiendo muchos karatekas a favor y muchos en contra. En realidad parece mentira que no lo haya sido antes, habida cuenta de que lo son “deportes” poco relevantes y que el Karate es practicado por decenas de millones de personas en más de 200 países. Motivaciones políticas y luchas de poder a varios niveles lo han impedido hasta ahora.

Es un tema delicado pues el olimpismo significaría una lluvia de posibilidades que ayudaría en ciertos aspectos, pero a la vez podría hacer peligrar el espíritu tradicional, un espíritu que necesita para su supervivencia de lo que denominamos la austeridad del samurái. El Karate será olímpico pero habrá que trabajar duro para minimizar algunos daños colaterales.

Quizá haya que recordar a los clásicos. El que fuera maestro de Karate del mencionado Sensei Ohtsuka, el okinawense Gichin Funakoshi, añadió allá por 1922 la palabra “do” a la palabra Karate, queriendo darle así un sentido de “camino” de desarrollo personal basado en las virtudes y actitudes a las que el mencionado Dojokun empuja. Funakoshi sensei enseñaba que el Karate es un Camino de perfeccionamiento personal basado en la cortesía, una “mano de hierro en guante de seda”. Para él, ”Aquellos que siguen el Karate deben considerar la cortesía como de básica importancia, y sin ella se pierde la esencia del Karate. El estudiante de Karate debe hacerse humilde y tener buenos modales.”

Las actitudes inadecuadas en un karateka son, por tanto, inapropiadas en sí mismas, pues se supone que debe mantener una actitud acorde a lo que el Budo tradicional japonés proclama. El Karate no es para todo el mundo, y mucho menos sus profundidades. El Karate Do es enseñado por los profesores instructores y maestros a muchísimos alumnos, pero muy pocos llegan a ser discípulos del maestro, muy pocos llegan a ser merecedores de las enseñanzas más profundas. Según reconocen la mayoría de maestros de alto grado y experiencia muchos estudiantes no dan muestras de capacidad ni entendimiento para aplicar de la forma debida, física, mental y espiritualmente, ese “otro Karate” a la vida cotidiana. Lo bueno es que cada uno, cada alumno, es quien en realidad decide si es uno de los elegidos para tan precioso Camino al Cinturón Negro (y sus posteriores Dan). El cinturón negro no es la llegada a nada sino al contrario es la salida en serio.

El Karate es un Camino en el que, como en una carretera, vemos al fondo lo que parece el final y al llegar no era otra cosa que un cambio de rasante y somos conscientes de que queda mucho más, y más… y más. Probablemente el secreto de este largo camino esté en no perder nunca la ilusión del principiante, sobre todo si se llega a tener cierto éxito en cualquiera de sus ámbitos, ya sea altos grados, puestos destacados, etc., que pudiera obnubilarle y hacerle perder el rumbo correcto.

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